lunes, 10 de octubre de 2011

La Teoría de Jacques Lacan y la Teoría del Espejo

La mirada de la madre. La Teoría del Espejo. La madre ausente

La mirada de la madre

Lacan plantea que el recién nacido no realiza movimientos de acuerdo a su voluntad, por ejemplo cuando tiene hambre, patalea, en lugar de dirigir la mano al pecho o al biberón, o sea que el cuerpo del bebé no responde a las órdenes de su cerebro, su cuerpo funciona defragmentado, y no como una unidad. El bebé sufre esto cuando toma conciencia de que su cuerpo no obedece, esto desaparece cuando descubre su imagen reflejada en el espejo, y el espejo le sonríe. La imagen del espejo le es grata, principalmente porque el espejo imita sus movimientos, estableciendo una comunicación.
Este momento se continúa cuando el recién nacido encuentra otros de su edad, Lacan lo llama el “reencuentro con lo idéntico”. Un tercer momento, es cuando encuentra la mirada de la madre, el “encuentro con el semejante”. La mirada de la madre es el espejo en el cual se mira el bebé, si él sonríe la madre sonríe, si llora, la madre se pone triste.
Según Lacan, lo importante no es que sea querido, sino que se pudo decodificar su mensaje. En este momento, el recién nacido va entrando en el Símbolo. Esto servirá para el estudio de la patología.
Cuando un bebé no es comprendido por su madre, al crecer, se desarrollará como neurótico o peor aún, como psicótico. Determina el valor fundamental de la comunicación adecuada de la madre con el bebé, explicando que si al amamantar al niño, la madre está haciendo otra cosa, en lugar de brindarle amor, no se establece la comunicación. Y que el ser humano se estructura en la mirada del otro, o sea, es lo que esperamos que sea. Más tarde, Lacan agregaría que es el momento en que nace la capacidad simbólica de la persona. Y que el símbolo primario es el falo.
Afirma que el inconsciente funciona como un lenguaje regido por la metáfora y la metonimia. El inconsciente emplea metáforas propias, que no parecen tener significado aparente para el estado conciente.
Lacan rompe con el concepto saussuriano de signo, como significado y significante. Para él el significante remite a otro significante, y éste a su vez, a otro más, y nunca hay un significado final. Afirmaba: “el lenguaje se impone, y a la persona no le queda otro remedio que hablarlo”, refiriéndose a que el inconsciente tiene un lenguaje que empuja, y quiere expresarse, y nosotros le damos forma verbal.
www.apuntesdepsicologia.edu.ar



 La ausencia de la figura materna

La ausencia de la figura materna Mami……mami…..MAMI!!!!!!!!!!!! Todos hemos oído tan hermosa palabra proveniente de un niño…..pero lamentablemente no todos los niños y niñas gozan de tal privilegio. Sabemos que la figura materna es indispensable en los primeros años de vida, forma parte esencial del desarrollo emocional de los hijos, ya que es quien se encarga de entablar los vínculos afectivos intensos. La madre es el primer modelo para socializar, de ahí la importancia de este vínculo. Las consecuencias de la ausencia de madre dependerán de factores como el contexto familiar, la identidad y autoestima de la persona, especialmete de las figuras cercanas y el apoyo otorgado. Hay quienes logran sobreponerse de manera positiva a este tipo de pérdidas, mientras que otros se ven afectados en su salud emocional, y viven con la idea constante del abandono. La ausencia de la madre puede afectar en la vida del niño o niña sin embargo se puede encontrar ciertas figuras maternas sustitutas, ya sea una tía, hermana, prima, etcétera. Está red familiar y social ayudan mucho al niño y niña a sobrellevar el abandono de la auisencia de la figura materna. Como deciamos anteriaormente la presencia de una figura materna estable parece ser una condición necesaria para el normal desarrollo del niño y niña, pero no es por sí sola una condición suficiente, hay que tomar en cuenta la conducta específica de la madre y el tipo de estímulos que proporcione a su hijo o hija, estós serán en definitiva los elementos que determinarán el curso que siga el desarrollo emocional del niño y la niña.

 http://www.cdr.cr/blogs/psicologiarevista/2011/03/07/la-ausencia-de-la-figura-materna/


Engaño, desengaño, enajenación y escisión del yo

Lacan observa que el gran júbilo que el niño experimenta al reconocerse es sin embargo sólo efímero. Se reconoce y se desconoce casi al mismo tiempo, porque aquello que reconoce no es él, sino que justamente sólo una imagen de él. Una imagen separada, que no le pertenece. La completitud que observa es sólo un engaño, una ilusión de sujeto completo que no es más que una imagen. Una figura imaginaria de no fragmentación, engañosa y que al mismo tiempo lo confronta con la propia enajenación. Aquello que el niño ve está fuera de sí, no está en su cuerpo, sino en el espejo. El estadio del espejo implica por ello una experiencia de división o escisión del sujeto.
Esta es una razón para que Lacan más adelante distinga entre dos formas del yo: je y moi. Estos dos aspectos del yo no quedan, sin embargo sólo quedarán delimitados de manera clara en una fase más tardía de su obra.


http://es.wikipedia.org/wiki/Estadio_del_espejo

Los textos de Los Otros y Las Otras II

Aquí un fragmento de la obra de Gorki.Una madre en la que inevitablemente se piensa cuando se busca el estereotipo y el no. Y la cuestión es:¿acaso la madre de la lesbiana responde a un estereotipo? Éste es uno de los planteos por los que existe este blog.Con ustedes, el artista:

La madre
                                                                                                            de Máximo Gorki

  I
Cada mañana, entre el humo y el olor a aceite del barrio obrero, la sirena de la fábrica mugía y temblaba. Y de las casuchas grises salían apresuradamente, como cucarachas asustadas, gentes hoscas, con el cansancio todavía en los músculos. En el aire frío del amanecer, iban por las callejuelas sin pavimentar hacia la alta jaula de piedra que, serena e indiferente, los esperaba con sus innumerables ojos, cuadrados y viscosos. Se oía el chapoteo de los pasos en el fango. Las exclamaciones roncas de las voces dormidas se encontraban unas con otras: injurias soeces desgarraban el aire. Había también otros sonidos: el ruido sordo de las máquinas, el silbido del vapor. Sombrías y adustas, las altas chimeneas negras se perfilaban, dominando el barrio como gruesas columnas.
Por la tarde, cuando el sol se ponía y sus rayos rojos brillaban en los cristales de las casas, la fábrica vomitaba de sus entrañas de piedra la escoria humana, y los obreros, los rostros negros de humo, brillantes sus dientes de hambrientos, se esparcían nuevamente por las calles, dejando en el aire exhalaciones húmedas de la grasa de las máquinas. Ahora, las voces eran animadas e incluso alegres: su trabajo de forzados había concluido por aquel día, la cena y el reposo los esperaban en casa.
La fábrica había devorado su jornada: las máquinas habían succionado en los músculos de los hombres toda la fuerza que necesitaban. El día había pasado sin dejar huella: cada hombre había dado un paso más hacia su tumba, pero la dulzura del reposo se aproximaba, con el placer de la taberna llena de humo, y cada hombre estaba contento.
Los días de fiesta se dormía hasta las diez. Después, las gentes serias y casadas, se ponían su mejor ropa e iban a misa, reprochando a los jóvenes su indiferencia en materia religiosa. Al volver de la iglesia, comían y se acostaban de nuevo, hasta el anochecer.
La fatiga, amasada durante años, quita el apetito, y, para comer, bebían, excitando su estómago con la aguda quemadura del alcohol.
Por la tarde, paseaban perezosamente por las calles: los que tenían botas de goma, se las ponían aunque no lloviera, y los que poseían un paraguas, lo sacaban aunque hiciera sol.
Al encontrarse, se hablaba de la fábrica, de las máquinas, o se deshacían en invectivas contra los capataces. Las palabras y los pensamientos no se referían más que a cosas concernientes al trabajo. Apenas si alguna idea, pobre y mal expresada, arrojaba una solitaria chispa en la monotonía gris de los días. Al volver a casa, los hombres reñían con sus mujeres y con frecuencia les pegaban, sin ahorrar los golpes. Los jóvenes permanecían en el café u organizaban pequeñas reuniones en casa de alguno, tocaban el acordeón, cantaban canciones innobles, bailaban, contaban obscenidades y bebían. Extenuados por el trabajo, los hombres se embriagaban fácilmente: la bebida provocaba una irritación sin fundamento, mórbida, que buscaba una salida. Entonces, para liberarse, bajo un pretexto fútil, se lanzaban uno contra otro con furor bestial. Se producían riñas sangrientas, de las que algunos salían heridos; algunas veces había muertos...
En sus relaciones, predominaba un sentimiento de animosidad al acecho, que dominaba a todos y parecía tan normal como la fatiga de los músculos. Habían nacido con esta enfermedad del alma que heredaban de sus padres, los acompañaba como una sombra negra hasta la tumba, y les hacía cometer actos odiosos, de inútil crueldad.
Los días de fiesta, los jóvenes volvían tarde por la noche, los vestidos rotos, cubiertos de lodo y de polvo, los rostros contusionados; se alababan, con voz maligna, de los golpes propinados a sus camaradas, o bien, venían furiosos o llorando por los insultos recibidos, ebrios, lamentables, desdichados y repugnantes. A veces eran los padres quienes traían su hijo a casa: lo habían encontrado borracho, perdido al pie de una valla, o en la taberna; las injurias y los golpes llovían sobre el cuerpo inerte del muchacho; luego lo acostaban con más o menos precauciones, para despertarlo muy temprano, a la mañana siguiente, y enviarlo al trabajo cuando la sirena esparcía, como un sombrío torrente, su irritado mugir.
Las injurias y los golpes caían duramente sobre los muchachos, pero sus borracheras y sus peleas parecían perfectamente legítimas a los viejos: también ellos, en su juventud, se habían embriagado y pegado; también a ellos les habían golpeado sus padres. Era la vida. Como un agua turbia, corría igual y lenta, un año tras otro; cada día estaba hecho de las mismas costumbres, antiguas y tenaces, para pensar y obrar. Y nadie experimentaba el deseo de cambiar nada.
Algunas veces, aparecían por el barrio extraños, venidos nadie sabía de dónde. Al principio, atraían la atención, simplemente porque eran desconocidos; suscitaban luego un poco de curiosidad, cuando hablaban de los lugares donde habían trabajado; después, la atracción de la novedad se gastaba, se acostumbraba uno a ellos y volvían a pasar desapercibidos. Sus relatos confirmaban una evidencia: la vida del obrero es en todas partes la misma. Así, ¿para qué hablar de ello?
Pero alguna vez ocurría que decían cosas inéditas para el barrio. No se discutía con ellos, pero escuchaban, sin darles crédito, sus extrañas frases que provocaban en algunos una sorda irritación, inquietud en otros; no faltaban quienes se sentían turbados por una vaga esperanza y bebían todavía más para borrar aquel sentimiento inútil y molesto.
Si en un extraño observaban algo extraordinario, los habitantes de la barriada no lo miraban bien, y lo trataban con una repulsión instintiva, como si temiesen verlo traer a su existencia algo que podría turbar la regularidad sombría, penosa, pero tranquila. Habituados a ser aplastados por una fuerza constante, no esperaban ninguna mejora, y consideraban cualquier cambio como tendiente tan sólo a hacerles el yugo todavía más pesado.
Los que hablaban de cosas nuevas, veían a las gentes del barrio huirles en silencio. Entonces desaparecían, volvían al camino, o si se quedaban en la fábrica, vivían al margen, sin lograr fundirse en la masa uniforme de los obreros...
El hombre vivía así unos cincuenta años; después, moría... 

Las Madres de Ella y de las Otras

Las Otras que fueron parte del hacer-se Ella lesbiana.
Cada madre, de alguna forma fue la suya propia.Porque sí.Porque no.Descastada por su propia madre.Desistida de Ser por quien la había parido como quien completa una aplicación.La tía,su tía Amanda, le había dicho que no,que su madre la había esperado.Pero su madre,hasta los diez años le había dicho que 'le envenenaba la vida'.Deconstruir el dolor fue un trabajo de termita.Enjundiosa no sólo perdonó a su madre sino que llegó a amarla antes de que partiera.
Por razones larguísimas de explicar las personalidades se mantienen pero  no los nombres reales.Después de todo, cada cual puede reconocerse en sus acciones.O no? Así que a manera de relato corto, las madres de exes y amigas lesbianas, dentro y fuera del clóset,que coadyuvaron al propio reconocimiento de su Ser Lesbiana.Así, con mayúscula.


La lesbiana bien entendida empieza por casa: su madre.Mamita. Eva
Hija de inmigrantes españoles. Sangre celta,gallega y vasca corría y dormía a la vez, en sus aires.
Eva había quedado huérfana a los diez años junto a sus hermanos y hermanas, algunos más chicos,otros más grandes.Y un padre, cerrado de intelecto y de corazón, que decidió volvería casarse y que por tal, sus hijos e hijas estorbaban. Y a Eva, junto a los que la seguían, la mandaría a un orfanato. Era mediados de la década del '30.Infame década para todos. Y la hermana del padre de Eva, su tía, le tiró su rosario de insultos, se llevó a los siete hermanos y hermanas desde Moreno, pcia. de Buenos Aires a la Capital, bajo su amor y con la fuerza de su marido y sus tres hijos, así pasaron a ser una familia numerosa.Y la madre de Ella creció en un hogar de aire madrileño y tanguero en pleno barrio de Once. Atrás había quedado su madre muerta por tuberculosis y la miseria de trabajar para ganar la comida en la casa de su propia abuela.Lo que nunca jamás le quedó atrás fue el rencor hacia su padre.Un innombrable familiar.Un familiar innombrable de allí en más.






La madre de su primer mujer,de su primer amor mujer: doña Liza
Nadie le había escrito un manual de instrucciones.Es más, siempre, los demás se dieron cuenta antes que ella, de que Ella era lesbiana. Ella,cree ahora,nunca había querido verlo.Los hombre siempre la había hecho feliz.En todos los sentidos.Con todo el sentido.Y próxima en dos meses a casarse con Vito, con absolutamente todo contratado /como a una buena hija única su padre había querido rodearla de todos los ritos alrededor del rito/,Ella lo deja por ella,por Vania.
La había conocido en un trabajo en el que recién se iniciaba:tenía 25 años y Vania 30.

La madre de su segunda mujer: doña Teresa

Ayer fue trece. Septiembre del '97,el tiempo en que te fuiste. Prendí una velita por vos y por mi tío querido. Se cumple otro año, un año más de distancia pero de saberte siempre cuidándonos. Aquél catorce de hace ocho años llamé a tu hija por última vez, le dejé el consabido 'te quiero mucho' en la contestadora. Ella entendería, desde ese código trabajado por los años de amor, de locura y de muerte.Luego tu hija decidiò perder mi rastro. Pero yo te seguí pensando como un ángel.
Tu hija Doni te lloró y te sufriò hasta mentir la vida. Por mi parte, en estos años te transformaste en una muestra de amor incondicional.
Transitamos el amor de nuera a suegra y viceversa desde tu detestarme inicial hasta mi desgarro por tu partida. Te fuiste y terminamos con Doni. Ella jamàs me lo perdonó.Yo tampoco me lo había podido perdonar,hasta hace unos años.
Es imposible entonces no pensar mi relación con vos, Teresa,sino es a la par de mi relaciòn con tu hija.
En diciembre de '93 le preguntabas a Doni cómo se llamaba 'tu amiga con la voz de Gabriela Sabatini...'. En abril '94 le prohibiste verme, ella no te escuchó. Y luego en agosto, cuando parecía que Doni se nos moría, me agradeciste que estuviera en su vida. Desde ese momento, no puedo sino recordar haber tenido por fin, una familia, y en vos, un alter ego de madre, esa madre ideal,casi perfecta: con las palabras justas, con un british cuidado, que tenía un piano y una casa a la que,cuando llegaba, era recibida por el aroma a tostadas y el rumor de Radio Clásica.